Escuchar nos desarrolla, no escuchar nos deforma.
Escuchar no es sólo un proceso activo, a menudo requiere un esfuerzo deliberado para aplazar nuestras propias necesidades y reacciones.
Para escuchar bien debemos abstenernos de decir lo que queremos y controlar el impulso de interrumpir o de discutir.
El acto de escuchar requiere salir del propio yo y sumergirse en el otro.
Para un vendedor como es mi caso, no siempre resulta fácil. Puedo estar interesado, pero demasiado preocupado en controlar, instruir o aconsejar.
A pesar de lo mucho que demos por sabida la importancia de escuchar, nunca llegaremos a estimarla lo bastante.
Ofreciendo nuestra atención y nuestra comprensión hacemos que los demás se sientan valorados y capaces.
Nuestra facultad de escuchar, y de escuchar bien, crea una buena voluntad que nos es devuelta. Pero, además, escuchar de forma efectiva es la mejor manera de disfrutar de otros, de aprender de ellos y de que su compañía nos resulte interesante.
Escuchar de forma efectiva requiere atención, apreciación y afirmación.
Personalmente intento empezar el proceso sintonizando con la otra persona, prestando atención a lo que quiere decir. Eliminando las barreras de comunicación entre nosotros: ambientales, verbales e interpersonales.
Miro a los ojos a la otra persona y me concentro en lo que está intentando comunicarme.
Practica esto cada vez que estés delante de un cliente, un amigo, un familiar o un compañero de trabajo y te hablen, hazlo con la única intención de comprender lo que la otra persona está intentando expresar.
Las personas necesitamos hablar y ser escuchadas para sentirnos entendidas, comprendidas y también queridas.
Escuchar es una actividad silenciosa pero compleja.
El vendedor escuchador
Alfonso González